💌 Carta #18: No sos tu texto
Cuando la escritura nos hace sentir vulnerables. Un pueblo en el que no sabía que también podía perderme. Por qué no te escribí el mes pasado. Somos como una casa de huéspedes.
2 de agosto de 2024
Ámsterdam, Países Bajos
Hola desde Ámsterdam,
En la carta de junio te dije que en julio iba a escribirte desde un lugar muy especial, y al final no te mandé nada. Ese lugar especial al que me refería era Biarritz, en Francia, un pueblo frente al océano Atlántico en el que conocí a L., mi marido, y en el que vivimos varios meses, yendo y viniendo, entre el 2014 y el 2017. En junio de este año nos fuimos unos días para allá los tres, y cuando pensé en lo que iba a contarte en esa carta, se me ocurrió un inicio que decía algo como: “Hace 10 años llegué a Biarritz perdida en la vida. Estaba cansada de viajar, cansada de moverme, cansada de no tener estabilidad. También estaba cansada de escribir siempre sobre lo mismo, de hablar solamente de viajes. Quería frenar, tener una casa, tener rutinas, escribir ficción, pero no sabía quién era yo —o quién podía ser— sin los viajes. En ese 2014, en Biarritz, un pueblo al que llegué casi por casualidad, empecé a transitar un proceso de reconstrucción que duraría varios años. Fue el punto de partida de pasar de ser viajera a volver a ser Aniko”. Para esa carta pensé, también, en hacer un mapa subjetivo de Biarritz versión 2024 y revisitar esquinas, compartir recuerdos, recordar momentos y reencontrarme con los fantasmas de la que fui hace 10 años, ver cuánto había cambiado el pueblo y cuánto había cambiado yo. Todo eso asumiendo que iba a tener tiempo para escribir (“son mis vacaciones”, pensé). Todo eso asumiendo que ahora ya no estoy perdida. Y no lo estoy, al menos no de la manera en la que estaba perdida en el 2014, pero estoy un poco perdida en la maternidad. Y ya dije que no iba a escribir acerca de maternidad, que ese no es mi tema, pero me cansé de excusarme y ahora mismo el texto me fluye y los dedos van solos, porque se ve que hay algo que no puedo NO escribir, o que necesito escribir, aunque implique perder seguidores (ya no me importa, prefiero que queden las personas que de verdad me quieren leer).
No pensé que la maternidad también iba a ser como un pueblo en el que me podía perder. Un pueblo del que solo había visto mapas, y medio indefinidos, un pueblo del que me habían contado ciertas cosas (“no vas a dormir”) y había asumido otras (“se me termina la vida, empieza otra”). Un pueblo del que, en realidad, no sabía mucho. O no sabía nada muy específico. Solo sabía, con toda mi alma, que quería ir, que quería ser parte. Y cuando llegué a ese lugar, hace ya casi un año (porque Ce cumple un año en pocos días), y recorrí sus calles y abrí un par de puertas, pensé que ya lo había entendido, que el pueblo era eso, tal cual lo veía, y que con algunos itinerarios y recorridos sugeridos iba a estar bien. Pero nada es tan lineal. Cada vez que pienso que sé algo, aparece un desafío nuevo. Cada vez que pienso que salí del “túnel de la maternidad” (como me dijo la amiga de una amiga, que tiene dos hijos y dice que de ese túnel se sale como a los dos años), me doy cuenta de que sigo bien adentro. El problema es que quiero todo: quiero criar, quiero crear, quiero trabajar, quiero nadar, quiero journalear, quiero tener tiempo libre, quiero estar con mi bebé, quiero no hacer nada. Y ahora mismo no puedo. Antes de viajar a Biarritz, me había imaginado a mí misma escribiéndote la carta del mes pasado frente al mar, en ese pueblo en el que tantas veces escribí frente al mar, pero eso no pasó, porque descubrí que irse de vacaciones con un bebé no es irse de vacaciones. Es más bien hacer un viaje para cuidar a tu bebé en un lugar con otro paisaje (sin las comodidades de tus espacios conocidos y sin babyproofing). Ahora que lo pienso era obvio, pero fue medio shock, mis expectativas eran otras así que no la pasé tan bien y tuve que ir descartando pendientes para poder descansar un poquito, por eso no te escribí.
El otro día hablando con mi psicóloga le dije: “Siento que desde que nació Ce me deshice, caí en el piso como una pila de huesitos, y ahora me estoy volviendo a armar”. En Biarritz en el 2014 empecé a reconstruirme, y ahora en el 2024 me doy cuenta de que me estoy reconstruyendo otra vez, desde otro lado, por otros motivos. De a ratos siento que me alejé de la escritura y que la necesito, pero no como trabajo sino como aliada. Necesito escribir más para mí, necesito hacer mucha catarsis, necesito registrar todo para no olvidarme de estos primeros meses (pero la gran ironía es que no hay tiempo ni energía, así que hago lo que puedo, cuando puedo). Cuando estoy muy cansada me repito el mantra que me compartió una amiga que también tuvo un hijo hace poco: “Hoy no es siempre”. Para lo bueno y para lo malo. Hoy no es siempre. Hay días en los que me siento a escribir y solo puedo poner dos palabras en mi cuaderno antes de escuchar un grito, un llanto, un tironeo, una demanda (o una risa, algo que no me quiero perder). También podría no escribir nada, desaparecer de acá, volver en dos años y decir “durante este tiempo de licencia la pasé bien y también la pasé mal”, pero eso no sería específico, y a mí me gusta lo específico. Y escribir todo esto me hace sentir muy vulnerable y desagradecida y culpable, muy culpable, porque estuve muchos años deseando e intentando llegar hasta acá, y ahora me quejo, pero mi psicóloga me dijo que tenía que compartirlo porque soy humana y no estoy sola. A veces me desespera el cansancio, creo que eso es lo más difícil en esta instancia. Criar con poca ayuda (porque acá no tenemos familia y solo tenemos ayuda si contratamos a alguien) es agotador. No quería hablar de maternidad en estas cartas pero ahora entiendo que es inseparable de todo lo demás. Criar, crear. En este momento todo se entrelaza. Quizá después de un tiempo encuentre otros equilibrios. Y con esta carta-vómito no busco, por favor, ningún consejo ni opinión ni pregunta ni nada de eso, solo sentirme menos sola, saber que crío en soledad pero acompañada. Saber que en algún momento podré caminar por este pueblo sin sentirme tan perdida, o al menos encontrar un rincón en el que sentarme a descansar un rato.
*
Sigo esta carta unos días después. Hoy (29 de julio) es mi cumpleaños, y uno de mis regalos es este: poder sentarme a escribir. Ya estoy más tranquila que el otro día, me siento mucho mejor. Están mis papás acá y eso me ayuda un montón. A veces son momentos. Cuando los tres dormimos bien, todo se vuelve más fácil. Con ayuda, todo mejora. Hace unos días, cuando estaba en pleno breakdown, decidí empezar un mini diario de gratitud para anotar, cada día, algo por lo que me siento agradecida. Y funcionó para contrarrestar un poco la sensación de agotamiento, o para recordarme que incluso en el agotamiento pasas cosas hermosas, y no quiero que se me escapen. Lo que anoto ahí suelen ser cosas simples pero muy necesarias: caminé por un barrio al que no iba hacia tiempo, salí a comer pizza con una amiga, fui a nadar, la llevé a Ce a una clase de música para bebés, fui al parque con otras mamás y sus bebés, las nenas comieron frutas juntas. Es lo simple lo que me trae de vuelta al presente y me recuerda que la vida es siempre un yin-yang.
Y ahora quiero ponerme un poco meta y analizar la primera parte de esta carta. Recién, cuando me releía, pensaba lo siguiente: Escribí eso en un estado muy particular. Hoy, ahora mismo, no me siento así. ¿Qué hago? ¿Lo borro, lo mando igual? Van a pensar que vivo en un estado de queja/desesperación/desorientación constante, pero qué importa lo que piensan. Lo borro, no lo borro, lo mando, no lo mando, to be or not to be. Lo voy a mandar pero por un motivo: porque a mí me hubiese hecho bien leer algo así hace unos días, cuando me sentía muy mal, y posiblemente me haga bien leerlo otra vez en unos días, cuando vuelva a estar cansada. Al final la escritura tiene que servir para eso: para expresarnos, para acompañarnos, para traer lo profundo a la superficie, para demostrarnos que no estamos solos en lo que nos pasa. La vida es demasiado corta para estar escribiendo textos que no nos hacen sentir nada. Me pasa lo mismo con mis libros: si hoy releyera los libros o textos que escribí hace 10 años los mandaría a quemar. Pero ya me lo dijo un maestro de escritura: “A sus libros uno los ama, después los odia y después los perdona. Son el reflejo de un momento y son lo mejor que pudimos hacer con las herramientas que teníamos”. Creo que aplica a todo lo que escribimos y creamos. Un texto es un texto. Yo no soy mi texto, como dice Natalie Goldberg: You are not your poem. Escribís un texto ahora y quizá te sale triste, y escribís otro mañana y tal vez te sale optimista, y después escribís otro desesperanzado, y otro eufórico, y otro amable, y otro gracioso, y otro ridículo… y así es la vida. Todos salieron de vos, pero vos no sos una sola cosa. Y esto me hace pensar en un poema de Rumi, un poeta sufí del siglo 13, que me gusta muchísimo. Te lo comparto acá. Imaginá que lo transcribí a mano en un papel ilustrado y que lo metí en este sobre virtual. Se llama “La casa de huéspedes”:
El ser humano es una casa de huéspedes.
Cada día una nueva visita.
Una alegría, una tristeza, una mezquindad,
cierta conciencia momentánea
llega como un visitante inesperado.
¡Dales la bienvenida y acógelos a todos!
Incluso si son una multitud de lamentos,
que desvalija violentamente tu casa.
Aún así, trata a cada huésped honorablemente
pues puede estar creándote espacio
para un nuevo deleite.
Al pensamiento oscuro, a la vergüenza, a la malicia
recíbelos en tu puerta con una sonrisa
e invítalos a entrar.
Sé agradecido con quien quiera que venga
porque cada uno ha sido enviado
como una guía del más allá.
Y para terminar la que tal vez sea la carta menos planeada y más desordenada de todas, te dejo una propuesta de ejercicio para que escribas un ratito. Pensá en el texto que nunca escribiste, o el que escribiste y después tiraste, borraste o rompiste, ese texto que te hace sentir muy vulnerable. ¿Qué decía? ¿Qué diría? ¿Por qué no lo escribís? Este es tu permiso para hacerlo. Aunque sea empezalo. Dejá que te lleve a donde tenga que llevarte. Y después hacé con ese texto lo que consideres. Pero permitite sentir lo que ese texto tiene que hacerte sentir. Opción B: ¿en qué pueblo estás perdido en este momento de tu vida? ¿O en qué pueblo acabás de encontrar el mapa, el rumbo, la salida?
No sé si te mandaré carta el mes que viene porque voy a estar de viaje y, posiblemente, con mucho jet-lag. Ya te contaré, si no es en septiembre, en octubre, pero de adelanto te digo que voy a visitar la feria de papelería de mis sueños. Nos vamos Ce y yo, viaje de chicas, a no descansar pero a crear memorias juntas.
Hasta la próxima carta,
Aniko
PD: En este posdata siempre te comparto novedades de mis proyectos, trabajos y lanzamientos. Hoy te cuento que ya está a la venta Tesoros, el diario de colecciones cotidianas que creé junto con Sabri Poy de Doncellas del Agua. Es un cuaderno pensado para que journalees y colecciones momentos de tu vida cotidiana. Tiene algunas consignas e ideas, pero la mayor parte del cuaderno está en blanco para que te lo apropies y lo llenes como más te guste. Algo que amo de este cuaderno es que tiene distintos tipos de papeles: rayado, liso, cuadriculado, punteado, de color… Es para indecisos como yo, y para que pruebes distintos formatos y salgas de tu zona de confort. Además viene con una plancha de stickers, y está hecho casi de manera artesanal por Sabri. La tapa es increíble y está ilustrada por Vero Gatti y Guido Ferro. Yo estuve a cargo del concepto del cuaderno, la estructura y los textos, y Sabri lo diseñó y lo materializó en su taller en Rosario (Argentina). La edición es muy limitada, a mí ya no me quedan más ejemplares, pero podés conseguir el tuyo en la web de Doncellas del Agua. Y si querés leer lo que escribí acerca de Biarritz, hace ya varios años, hay varios posteos en viajandoporahi.com (mi antiguo blog de viajes), en escribir.me (mi blog de creatividad) y en mi libro El síndrome de París, que habla justamente acerca de toda esa transformación por la que pasé. Como siempre, podés responderme a esta carta por privado o dejar un comentario. Leo todo pero a veces no me da el tiempo para responder. ¡Gracias y hasta pronto!
Sentí tu angustia y caos del principio y luego la certeza de que esos días los vivimos todos. Pero que cuando suceden, son terremotos de los que no deseamos prevalecer. Con maternidad o no. No estás sola.
Y este mensaje me llega justo en el momento en el que estoy transformando con detalle un manuscrito de poemas, que nadie sabe que existe. Y quiero imprimirlo, encuadernarlo y mostrarlo entre mi círculo cercano. Pero a la vez no. Y leo, re-leo lo que está, me encanta. Y a la vez no. Pero en definitiva, "la vida es demasiado corta para estar escribiendo textos que no nos hacen sentir nada." ¿Verdad?
Gracias, como siempre ❤️🩹
Yo leo con gusto sobre tu maternidad, no porque lea con gusto sobre maternidad en general (que también), sino porque te leo con gusto a ti. Como cuando nos compramos todos los libros de nuestros autores favoritos, cuenten lo que cuenten y hablen del tema que hablen. Yo te voy a seguir leyendo :)
Y si la maternidad no es un pueblo, sino un mundo por descubrir? A algunos lugares irás tantas veces que te los podrías recorrer con los ojos cerrados, a otros no te llevará la vida nunca y por muchos otros pasarás en un corto viaje y los vivirás con la intensidad de lo precioso y agotador que es conocer un sitio nuevo por primera vez. Incluso la ciudad más conocida nos cansa algún día e incluso el lugar nuevo más prometedor puede terminar agobiándonos.
Una madre cansada de una loquita de casi 5.