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💌 Carta #7: me voy de viaje de papelería a Japón
Cuando un sueño (de los oníricos) desencadena un proyecto/viaje impensado. Una carta de amor a la papelería y a todo lo que nos hace bien.
7 de abril de 2023
Ámsterdam (Países Bajos) / Seúl (Corea del Sur)
¡Hola desde… el avión!
Cuando recibas esta carta voy a estar en un vuelo con destino a Seúl. ¡Sí! ¡Me fui para Asia! No sabés hace cuánto soñaba con hacer este viaje. Desde el 2016 que quiero volver a Japón. L y yo lo teníamos planeado para 2020 pero… ya sabemos lo que pasó. Y después entre una cosa y otra nunca nos íbamos, hasta que llegó el momento. Durante las próximas cinco semanas estaré viajando por Seúl (Corea del Sur), Taipei (Taiwán) y varias ciudades de Japón. Los primeros veinte días estaré con L, y después él se vuelve y yo me encuentro con el grupo de mujeres con el que haremos nuestro viaje de papelería y journaling por Japón. Bah, en realidad sospecho que todo este viaje será un viaje de papelería porque Corea del Sur y Taiwán también son paraísos para quienes aman el papel (y los stickers, las washi, los cuadernos y todo eso). Hace poco leí que, en Taiwán, “la papelería es un estilo de vida” (suspiro). Estoy escribiendo esta carta unos días antes de irme y ya no puedo más de la emoción. Quiero estar allá y a la vez no quiero que se termine nunca.
Creo que no te conté mucho acerca de este viaje de papelería, y quizá te estés preguntando de qué va, o a quién se le ocurre hacer algo así. Digamos que todo empezó gracias a un sueño (a uno literal, de los oníricos). En la carta pasada te conté que en julio de 2022 viajé a Madrid para filmar el curso de travel journaling para Domestika. Bueno, mi plan original era aprovechar el viaje y quedarme diez días más en España, post-rodaje, para tomarme unas mini vacaciones y visitar amigas en Mallorca y Barcelona. Pero, como también te conté, apenas aterricé en Madrid me agarró covid y tuve que estar aislada una semana en el hotel, así que las vacaciones se me redujeron bastante. Pensé en cancelar Barcelona (porque ya fui varias veces y quería disfrutar de la playa en Mallorca), pero estando tan cerca pensé “no puedo no ir a una de mis ciudades preferidas”, así que finalmente decidí hacer una visita express de 24 horas.
Me quedé esa única noche en la casa de Car, una amiga argentina que vive allá, y como las dos somos fans obsesivas de la papelería nos fuimos a recorrer todas las tiendas de papelería de Barcelona en una tarde (Raima, Entropía, Stick&Tape, entre otras). Cuando volvimos a su casa journaleamos durante varias horas (ella desplegó toda la papelería que se había comprado en su viaje a Japón unos años atrás) y estuvimos monotemáticas: ay, qué ganas de volver a Japón, mirá esta washi tape que me compré en Japón, yo también me recorrí todas las tiendas de papelería de Japón, ¡a mí también me encanta Tokyu Hands!, tengo el mismo papel de carta de Japón, ¡yo también me tuve que comprar una valijita extra para cargar toda la papelería que me compré en Japón!, qué ganas de volver a Japón, cómo hacemos para ir a Japón, necesito ir a journalear y ver cositas a Japón. No sé si alguien alguna vez dijo la palabra Japón tantas veces por minuto como nosotras ese día. A la mañana siguiente me tomé el tren a Madrid y de ahí el avión de vuelta a Ámsterdam.
Dos meses después me fui con L a Maldivas (te conté de ese viaje en mis cartas #2 y 3). Y una mañana, de la nada, recibí un whatsapp de Car en el que me contaba que había soñado que nos íbamos juntas a Japón con un grupo de mujeres al que llevábamos a ver papelería. Es decir, que organizábamos y guiábamos un viaje temático en torno a la papelería japonesa. Las dos nos reímos, dijimos “qué lindo sería” y ahí quedó. Pero en los días siguientes me di cuenta de que Car me había hecho un inception con su mensaje. De repente, solo podía pensar en una cosa: “viaje de papelería a Japón”. Me metía al mar a hacer snorkel y le decía a los peces: “viaje de papelería a Japón”. Caminaba por la isla y me decía a mí misma: “viaje de papelería a Japón”. Charlaba con L y le decía: “viaje de papelería a Japón”. Más de un mes después, ya de vuelta en casa, le volví a escribir a Car y le dije que no podía parar de pensar en su sueño. Ella me dijo: “Yo estoy igual”. Y ahí dijimos: ¿y si lo organizamos y vemos qué pasa? Total el no ya lo tenemos.
Así que pasamos las semanas siguientes armando nuestro viaje de papelería soñado por Japón: definimos que sería un recorrido temático para un grupo de 8 personas (más nosotras dos), elegimos las ciudades que visitaríamos, hicimos una lista de todas las papelerías que iríamos a ver, buscamos hoteles y transportes, armamos un presupuesto, ideamos talleres para dar en el viaje, diseñamos un pdf con toda la info, hicimos flyers y, en enero de este año, lanzamos nuestra propuesta. Era un misterio: ¿alguien se sumaría? Japón queda lejos y no es un destino barato. ¿Habría otras locas de la papelería como nosotras dispuestas a hacer un viaje así? La respuesta: en una semana se llenaron los 8 cupos y el sueño se hizo realidad. ¡Nos vamos de viaje de papelería a Japón con un grupo de mujeres tan fanáticas del papel como nosotras! Creo que este es uno de los proyectos más hermosos y satisfactorios en los que trabajé nunca (y eso que todavía ni empezó el viaje). Somos 10 mujeres de varias edades, todas unidas por lo que nos apasiona: la papelería y el journaling. Si alguien me hubiese dicho que alguna vez organizaría y guiaría un viaje así, no sé si lo hubiese creído.
Amo la papelería desde que soy muy chica. Los cuadernos, los stickers, los sellitos, las washi tapes, las lapiceras, los papeles ilustrados son objetos que me dan demasiada felicidad. Es de esas cosas que no se explican, igual que mi amor por el agua. Siempre lo sentí. Amaba ir a la librería artística a elegir los útiles escolares (no amaba ir al colegio), podía pasarme horas comparando tapas de cuadernos, probando lapiceras, eligiendo la cartuchera y la mochila. Lo que daría por volver el tiempo atrás y revisar los cajones de mi escritorio infantil. Todavía me acuerdo de los sellitos que tenía (eran redondos y de colores), también de la caja azul llena de papeles de carta con olor a tutti frutti y de mi colección de tarjetas de Garfield. Además, tenía diarios íntimos con candado en los que escribía acerca de mi día (me da una pena haberlos perdido) y también tenía una colección espectacular de stickers de peluche y holográficos (que le regalé hace varios años a mi mejor amiga para sus hijos, y ella, muy sabiamente, me los guardó y me los volvió a dar en mi última visita a Argentina).
En algún momento de mi vida (adolescencia alert) perdí un poco el contacto con todo este mundo de papel, dejé de mandar cartas por correo, regalé todo lo que me parecía “muy infantil” (incluidos los sellitos, snif) y me pasé a las agendas (¿te acordás de la agenda Pascualina?), donde copié frases de amor y escribí de manera catártica acerca de todas mis desilusiones (cuando todo en mi vida estaba bien, mi agenda quedaba en blanco). En la universidad me volví fan de tomar apuntes (usaba varios resaltadores de distintos colores para marcar lo importante) y cuando empecé a viajar me llevé un cuaderno A4 rayado para registrar mis experiencias, pero no mucho más porque no tenía presupuesto ni espacio en la mochila para comprar ni cargar papelería. De a poco, en medio de mi vida nómada, me volvió el amor por el papel. Quizá fue cuando un lector me regaló mi primera libreta Moleskine en el 2012, o cuando me quedé a vivir en Biarritz en el 2014 y me animé a comprarme algunas cositas más porque ahora tenía donde ponerlas, o cuando decidí abrir mi segundo blog (escribir.me) para escribir acerca de creatividad, o cuando empecé a hacer mis rutas de las papelerías… No sé cuál fue el detonante, quizá no necesité ninguno, pero en una etapa en la que me definía casi exclusivamente por los viajes, me di cuenta de que el papel y la escritura eran tan importantes para mí como viajar. Y cuando L y yo fuimos a Japón en el 2016, mi faceta de stationery lover se descontroló.
Japón fue el principio de muchas cosas, y por sobre todo fue el principio del fin de mi vida nómada. Llevaba 8 años viajando casi ininterrumpidamente y estaba muy cansada. Hacía tiempo que pensaba en frenar pero venía con tanto impulso que era difícil dejar de hacerlo. Pero ahí, en todas esas tiendas especializadas en papel, rodeada de las washi tapes más lindas que vi nunca, entendí que no estaba sola, que había todo un mundo en torno al stationery (al igual que el mundo que había descubierto en torno a los viajes) y que yo también podía ser parte de eso. Entendí lo bien que me hacía pasar tiempo llenando cuadernos y pegando papeles sin más objetivo que disfrutarlo, y entendí que después de todos esos años de movimiento necesitaba estabilidad, tener un escritorio propio, formar un hogar, echar raíces. Fue en Japón donde por fin pude verbalizarlo: “No quiero viajar más como estilo de vida”, y fue post-Japón que L y yo nos asentamos, primero en Francia y después en Ámsterdam. Y desde ese viaje no pasó un día en el que no pensara “qué ganas de volver a Japón” (o sea: qué ganas de volver a viajar al país donde entendí que ya no quería seguir viajando, ja).
Hago un paréntesis en mi oda de amor a la papelería para compartirte algo que todavía no termino de entender. Cuando empecé a hablar de mi pasión por la escritura, la creatividad y, sobre todo, la papelería en mi blog de viajes, siempre había algún lector que se lo tomaba a mal y me dejaba un comentario agresivo. Por ejemplo: “no puedo creer que gastás tu plata en esas pelotudeces, no tenés 8 años, nena” o “veo que ni te interesa conocer la cultura de los lugares, solo ir consumiendo a lo Amazon.com” (?) o “este blog ya no es lo que era, perdiste tu esencia”, y cosas así. Entiendo que los comentarios con mala onda tienen más que ver con la persona que los hace que con la persona que los recibe, pero ¿en serio hay gente a la que le ofende la papelería? Me resulta increíble. Te cuento otra situación: hace unos días llegó la Stamp Caravan (o caravana de sellos) de Traveler’s Company a Ámsterdam. Si no conocés Traveler’s Company, te invito a googlear y descubrir una de las marcas japonesas de cuadernos y journaling de culto. La cuestión es que, cada tanto, Traveler’s Company saca ediciones limitadas de sellos que no pone a la venta, sino que solo están a disposición para usar en sus tiendas oficiales en Japón. Este año decidieron organizar una “caravana de sellos” para darle la oportunidad de usar esos sellos a quienes están en ciertas ciudades de Europa y Estados Unidos. Así que los fueron mandando en tanda de una ciudad a otra, a las tiendas “partner” (revendedores oficiales) que tienen de este lado del mundo. Así fue como los sellos llegaron a Misc Store, en Ámsterdam, y estuvieron acá por una semana. Pensarás que soy la única que fue corriendo a Misc a usar los sellos. Pues no. Estaba lleno de personas, todas con sus Traveler’s Notebook, haciendo fila para sellar sus páginas. Lo que me demuestra que este mundo de paper-lovers es mucho más grande de lo que parece (aunque sospecho que la mayoría somos introvertidos y bastante silenciosos). Sin embargo, cuando salí de Misc Store, contenta con mis páginas selladas, vi que una pareja española se paraba frente a la vidriera a mirar los cuadernos y escuché que el chico decía: “Mira esto, no puedo creer que haya gente que gane dinero con estas gilipolleces, ¿quién compra estas cosas?”. Quise responderle algo pero no me salió nada.
En fin, es verdad que no son comentarios terribles ni tampoco pasa nada si alguien piensa así (es problema de ellos), pero sí creo que estas opiniones pueden afectar a muchas personas a las que les encantaría reconectar con la papelería pero no se animan porque lo ven como algo infantil o como una pérdida de tiempo (me lo han dicho muchas alumnas de mis talleres). En mi caso, nunca sentí que perdía el tiempo si me sentaba a journalear. Creo que la plata que me gasto en papelería y en libros es plata bien invertida. Estos objetos y todo lo que me permiten hacer me genera mucho bienestar. Cuando me pongo en contacto con el papel, me alejo de las pantallas, cada vez más omnipresentes, y siento que el tiempo se expande. Me voy a un lugar que no sé dónde queda pero que siento como un refugio. Y así como en algún momento mi mantra fue “si querés viajar, viajá”, hoy lo que tengo para decir es “si querés journalear, journaleá”. Que nadie nos saque el placer de reconectar con el papel.
Antes de despedirme, te propongo un ejercicio: agarrá el papel de carta más lindo que tengas (o fabricate uno, o usá uno de mi kit de exploración) y escribile una carta a alguien que no ves hace mucho. Conectate mentalmente con esa persona, contale todo lo que pasó, hacele preguntas y mandale la carta por correo. Yo volví a cartearme con una amiga de la adolescencia a la que no veo hace al menos 13 años y que ahora vive en Estados Unidos, y me da muchísima felicidad escribirle y recibir sus cartas. Y, como recomendación, podés mirar la película Mary & Max, la historia de una amistad por carta.
Bueno, sigo volando. En la próxima carta te contaré acerca de mi viaje. Puede que la mande con un poco de demora y que en vez del primer viernes del mes llegue a mitad de mes. Veremos cómo ando de tiempos.
Un abrazo y hasta el mes que viene,
Aniko
PD: el mes pasado fue un mes de lanzamientos (salió mi curso de travel journaling en Domestika y mi Kit de exploración con FERA), este es un mes de preparativos y viajes, así que no tengo ninguna novedad laboral para compartirte. Solo te cuento que estoy trabajando en varias cosas que me entusiasman mucho (relacionadas con escritura y papelería), pero te contaré más en los próximos meses. Como siempre, podés responderme a esta carta dejando un comentario acá abajo o en privado por email. Puede que este mes tarde más en responder.
💌 Carta #7: me voy de viaje de papelería a Japón
Que linda carta! 💌
En relación a los comentarios que hace las personas, es verdad lo que dices: "eso dice más de la persona que lo dice de quién lo recibe" aún así no deja de ser doloroso de escuchar... Hay que armarse con un gran escudo protector contra esos comentarios y aún así a veces no es suficiente.
Pero peor para ellos
Gracias por tu carta Aniko.
Espero feliz la próxima y ojalá nos mandes un par de fotos de este recorrido con las chicas. Tremendo.
Buen viaje