💌 Carta #13: Las transformaciones no se pueden detener
Los efectos de la matrescencia. No somos chatGPT. El problema de querer agradar con nuestra escritura. El papel como aliado para la mala memoria. Cosas que pasaron en enero.
2 de febrero de 2024
Ámsterdam, Países Bajos
Hola desde Ámsterdam,
¿Cómo estás? Yo ando cansada —según el día— y pensativa —cuando me da la cabeza—, pero muy bien. Te escribo esta carta de noche, sentada a mi escritorio sintiendo el aire frío que entra a través del vidrio. Pasé de escribir durante la mañana o tarde a ser una escritora nocturna, pasé de tener todo el tiempo del mundo a tener pocos minutos o, con suerte, unas horas al día para dedicarle a mi escritura. Y aún así sigo escribiendo (journaleando, sobre todo), y mucho más enfocada que antes. Es verdad que tener poco tiempo ayuda a la creatividad, al menos a la mía: cuando tengo un ratito libre me pongo a escribir lo que de verdad tengo ganas de escribir, porque ahora esos momentos son escasos y cada vez más sagrados.
Unas cartas atrás, alguien me dejó un comentario que me dejó pensando. Cuando conté que había tenido una hija y compartí algunos detalles acerca de mi infertilidad, mi embarazo y el nacimiento de Ce, una persona anunció que se estaba desuscribiendo inmediatamente de mis cartas virtuales porque “no se había sumado a este newsletter para leer sobre maternidad y embarazos”. Newsletter por el que no paga, dicho sea de paso, y que nadie la obliga a leer, pero bueno, así es internet, mucha gente piensa que del otro lado hay un chatGPT programado para complacer sus deseos. En el momento me causó gracia (no entiendo esa necesidad de anunciar a toda voz “HOLA SOY FULANITA Y ME RETIRO DE ESTE NEWSLETTER” *da un portazo con la cabeza en alto y se va para siempre*) y pensé, y le dije: “Mejor así”. No le tendría que haber dado demasiada importancia, y la verdad es que mi cerebro ya no retiene las cosas como antes, pero hubo algo de ese comentario que me dejó pensando.
Por un microsegundo me dije: uy, es verdad, este newsletter no es sobre maternidad ni embarazo, y probablemente muchas personas no tienen ganas de leer cosas relacionadas con criar y todo lo que implica ser madre (o no poder serlo). En una carta anterior a ese comentario, incluso, dije algo como “no te preocupes que de ahora en más no voy a hablar de bebés y pañales”. Y es cierto, no me interesa hablar específicamente de crianza —al menos no ahora mismo— ni quiero compartir la vida de mi hija en internet, pero tampoco puedo hacer de cuenta que acá no pasó nada. Mi vida cambió. Mis prioridades cambiaron. Mis horarios cambiaron. Mi gestión del tiempo cambió. Mi trabajo cambió. Mis espacios cotidianos cambiaron. Mis actividades cotidianas cambiaron. Mi rol cambió. Mi mirada cambió. Ya no soy la misma de antes ni me relaciono con mi creatividad como antes. Estoy atravesando lo que se conoce como “matrescencia”: una metamorfosis absoluta (corporal, hormonal, cerebral, emocional, de identidad) que ocurre a partir del embarazo y durante toda la maternidad (y que es algo que incluso le pasa a personas que no parieron pero que están criando). La matrescencia es una transformación que se compara con los cambios abruptos que atravesamos durante la adolescencia, y recién ahora se está empezando a investigar y difundir más (si querés leer al respecto, te recomiendo muchísimo el libro Matrescense de Lucy Jones, lo acabo de terminar y me pareció hermoso, honesto y muy necesario).
Entonces, literalmente: no soy la misma de antes. Es como si se me hubiese regenerado el cerebro. Me cambiaron el software. Y no hay nada que pueda hacer más que entregarme. Soy una nueva versión de mí, así como fui una nueva versión de mí cuando me convertí en viajera, cuando decidí dejar de viajar, cuando publiqué mi primer libro, cuando volví a nadar, cuando empecé a dar talleres, cuando dejé de escribir de viajes y un largo etcétera. Esta, probablemente, sea la transformación más grande de mi vida. Y eso hace que mi escritura cambie. No lo puedo evitar ni tampoco lo voy a ocultar. Estoy más cansada, retengo menos las cosas, me cuesta más formar frases (esta carta tiene mucho trabajo de edición, ojalá todo me saliera tan natural), pero también estoy más presente, más slow y más creativa. Y no, tal vez no escriba sobre bebés ni crianza, pero sí escribiré sobre transformaciones. Y sí, perderé lectores, seguro, pero eso pasa siempre. A quien le interese se quedará y a quien no se irá a buscar otras cosas. A mí también me pasa con la gente que leo o que sigo. Y está bien, cada cual está en un proceso distinto, y a veces esos procesos se encuentran y resuenan, y otras veces no tienen nada que ver uno con otro y van por carriles distintos. Nos pasa incluso con personas cercanas.
Mirando hacia atrás me doy cuenta de que cada vez que hice un cambio (o que un cambio me atravesó) y lo conté, o lo dejé entrever, en mi blog, red o newsletter de turno, siempre apareció gente diciendo “tu blog ya no es lo que era”, “perdiste tu esencia”, “me gustaba más cuando escribías de X”, “no vine a leer sobre esto”, “me caías mejor cuando viajabas”. No es fácil compartir la vida y los procesos internos en internet, abrirle un ratito una ventana a cientos de extraños, y recibir ese tipo de comentarios. Es normal que hieran, y es difícil entender que son comentarios que hablan más acerca de la persona que los hace que de uno mismo. Mirando hacia atrás también me doy cuenta de que, por querer agradar (pues people pleaser en recuperación), muchas veces intenté replicar esa versión de mí que había sido y que ya no era para poder seguir dando ese contenido que a esas personas les gustaba. Por suerte —¡por suerte!— nunca fui capaz de volver a esas antiguas versiones de mí misma. Y muchas veces me castigué por eso: ¿por qué no puedo seguir siendo la blogger de viajes?, ¿por qué no puedo seguir escribiendo de viajes? Ahora entiendo que las transformaciones vitales no se pueden detener, que no hay que detenerlas. Empiezan de a poco y de repente se convierten en ríos que fluyen a toda velocidad, sin diques que las contengan. Y está bien, porque solo así podemos llegar a otras orillas, o incluso salir al mar. Y si no nos dejamos arrastrar, es muy posible que nos estanquemos en una versión anticuada (quiero decir outdated, como el software, pero no encuentro la traducción) con la que ya no tenemos nada que ver. Tenemos que permitirnos evolucionar. Y al que no le guste, problema de ellos.
Todo esto me hizo pensar, a la vez, en esta cuestión de querer agradar con nuestra escritura. Es un tema que sale mucho en los talleres: “Qué van a decir si publico esto”, “a quién le va a interesar”, “a nadie le va a gustar”, “no puedo contar estas cosas”, “si escribo otras cosas nadie va a querer leer”. Y muchas veces terminamos escribiendo textos a medias, o autocensurándonos, o no escribiendo lo que de verdad queremos escribir porque qué va a decir la gente. Siempre me gusta recordar que a un tercio de la gente le va a gustar lo que escribimos, a un tercio no le va a gustar y al último tercio ni le va a importar. Pero a ese primer tercio (que quizá ni siquiera es un tercio si no un 1%) le va a llegar profundo lo que escribimos y algo de nuestras palabras le va a hacer bien. Hay que escribir para ellos. El problema de querer agradar con nuestra escritura, de ser una writer pleaser (?), es que no nos permitimos escribir lo que de verdad nos mueve a escribir. Y la vida es demasiado corta para eso. Así que ahora te pregunto a vos: ¿qué es lo que de verdad querés escribir? ¿Lo estás escribiendo?
Para pasar a algo más concreto, te cuento que gracias a la maternidad volví al papel. Sí, antes llenaba cuadernos y todo eso, pero ahora volví al papel de verdad, como aliado para la mala memoria. Como no soy capaz de retener un pensamiento (mucho menos una tarea pendiente) por más de 10 segundos, estoy poniendo todo, pero todo, por escrito. Te comparto mi sistema por si algo de esto te sirve:
Centralizo en Google Calendar —la única herramienta digital de organización que estoy usando— y de ahí voy pasando todo a distintos papeles.
Tengo un calendario impreso pegado en la heladera en el que voy anotando los eventos importantes del mes. Como no siempre me acuerdo de mirar mi calendario de Google, con el impreso me aseguro de no olvidarme de ningún turno ni dejar plantado a nadie.
Todas mis listas de pendientes están en papel. Lo que hago es cortar hojas A4 al medio (a lo largo) y usar cada papel para una categoría de lista (ejemplo: Trabajo, Vida, Casa, Ce, Compras). Pongo el cuadradito para hacer check cada vez que completo algo. Todas esas listas están atadas juntas y siempre en la mesa de la cocina/living, donde sé que las voy a ver seguro. Una vez leí que es un gran alivio para el cerebro poner todos (pero todos) los pendientes por escrito, para no dejar “open loops” o “procesos abiertos” en la cabeza.
Cada semana inauguro un papel (abajo te dejo foto de todo) en el que anoto, de un lado, los “to-do” o pendientes de la semana, y los eventos del otro. (Entiendo que estarás pensando: PERO ANIKO, ESO SE LLAMA AGENDA, pero por algún motivo me sirve más tener todo en papeles separados que tener todo junto en una agenda que quizá me olvido de abrir. Los papeles los puedo ir dejando en lugares estratégicos de la casa).
Tengo un cuaderno de trabajo y proyectos creativos en el que vuelco ideas para talleres, libros, textos, viajes y demás. Así a futuro cuando quiera retomar con todo eso tengo por donde empezar.
Y en mi tiempo libre, como te conté, journaleo mucho. Le estoy haciendo un álbum de fotos a C. y también estoy escribiendo acerca de mis cambios internos. Cuando puedo, además, le escribo cartas en papel a mis amigas. Así que podría decir que el papel es mi gran aliado en esta matrescencia que recién empieza. <3
¿Vos tenés algún método de organización de tu vida que te ayude y que quieras compartir?
Espero que hayas empezado bien el año. En enero no mandé carta porque no tenía nada para contarte y además estaba muy cansada (puede que eso pase de vez en cuando de ahora en más). Antes de despedirme te dejo una pregunta por si te dan ganas de escribir: ¿estás intentando detener alguna transformación?
Un abrazo y hasta el mes que viene,
Aniko
PD: a fines de febrero sale mi libro Cosas que te golpean en la ventana. Cuaderno de escritura creativa. Es un libro/cuaderno con más de 100 ejercicios de escritura creativa y 20 herramientas prácticas para mejorar tu escritura, y lo publican las chicas de FERA. Amé pensarlo y escribirlo, y ya lo quiero tener en mis manos para llenarlo. En la próxima carta te cuento todo el backstage. Además, para ir entrando en calor, del 19 al 23/2 voy a hacer un mini reto de escritura creativa en mis cuentas de Instagram: @anikovillalba y @escribirme.blog. El 26/2 empezará la preventa con descuento y regalitos, ¡y en marzo lo presento en Buenos Aires! (Toda la info estará en mis redes, y también podés suscribirte a esta lista de novedades para que te llegue la info por mail). El libro estará disponible en Argentina y en otros países, y además me traeré ejemplares a Ámsterdam para mandar a toda Europa. Si estás en Europa y querés reservarme uno, respondeme a este email y coordinamos (es posible que tarde un poquito en responder). ¡Gracias!
¡Me encantó! No me interesa especialmente la maternidad, pero me interesa la escritura, la transformación y conocer experiencias de otras personas (incluso en temas que no son mi foco de interés). Admiro mucho a las personas que son madres, parece algo tan difícil 😵💫. Esperando el reto y éxitos con el nuevo libro :)
Tantas veces me choca la patudez de la gente para pedir cosas a otros. Aniko, te sigo desde que me vine a vivir a Europa (2014, feliz décimo aniversario;) ), primero porque viajabas, pero sobretodo porque amo la forma en que escribes, he seguido tus diferentes transformaciones, porque eres un ser humano y como todo ser humano me intereso por otros seres humanos, aún cuando se les ocurra cambiar. Sigue escribiendo lo que quieras, yo estaré aquí leyendote hasta el final!