💌 Carta #21: Volver a los fueguitos del inicio de internet
Me cansé de los algoritmos y los bailecitos y de trabajar gratis para las empresas de redes sociales. Empiezo una membresía paga en Substack (acá mismo) porque quiero volver a las raíces de internet.
3 de enero de 2025
Países Bajos
¡Hola desde Ámsterdam! ¡Hola 2025!
Pará… ¿en qué momento pasaron 25 ( v e i n t i c i n c o ) años desde el 2000? Todavía me acuerdo clarísimo (me acuerdo patente) de cuando pasamos de 1999 al 2000 pensando que las computadoras iban a explotar por el famoso Y2K. Hasta recuerdo que cuando dieron las 12 me quedé unos segundos en silencio con la copa levantada esperando a ver si se escuchaba algún cortocircuito generalizado, pero no pasó nada. Capaz que ni sabés de qué te estoy hablando… Este año cumplo 40 y me parece que me estoy poniendo retro. En fin, voy a empezar esta carta directo por una novedad que me entusiasma muchísimo y en la que vengo trabajando hace bastante: ¡las Cartas virtuales se expanden!
¿Qué quiere decir esto?
Respuesta corta: durante estos 2+ años de escribir y mandar estas Cartas 💌, varias veces pensé (y me dijeron) que sería lindo escribir algo más seguido, en vez de solo una carta al mes o cada dos meses. Hasta ahora no pude/no quise/estuve enfocada en otras cosas/no me daban los números pero, después de pensarlo mucho, decidí que voy a empezar a publicar más seguido en este newsletter, pero ese contenido extra será exclusivo para suscriptores pagos. A partir de hoy, entonces, podés suscribirte a este espacio por €5 al mes (o a un valor anual con promo descuento de lanzamiento) para tener acceso a un montón de contenido nuevo (y súper lindo): una segunda carta (llamada “Posdata 📮”) a mitad de mes, una “Cajita Snail Mail 🐌 ✨” (virtual), dinámicas journaleras/epistolares, mini podcasts, Q&A’s, interacción en los comentarios, acceso a todo el archivo y más. Pero eso te lo cuento en detalle abajo de todo. Y no, no voy a cobrar por estas Cartas 💌 (las del primer viernes del mes), al menos no por ahora. Lo pensé bastante y, si bien me llevan muchísimas horas de trabajo, por el momento elijo seguir enviándolas de manera gratuita para quien quiera leerlas (aunque, al mes de enviadas, pasarán a formar parte de un archivo cerrado al que solo podrán acceder los suscriptores pagos). Será la membresía paga la que sostenga todo este trabajo a largo plazo. Por eso, ahora viene la explicación extendida de esta expansión de las Cartas virtuales (que no es tanto una explicación sino más bien un cómo llegué/llegamos hasta acá y adónde voy/vamos desde ahora).
Además de cumplir 40, este año cumplo 18 años escribiendo y trabajando en internet. ¡18! Es casi la mitad de mi vida. Podría decir que este año cumplo la mayoría de edad virtual. Y si bien esta adultez cibernética trae (algo de) madurez y (bastante) aprendizaje, también trae cansancio. Mucho. Cansancio. Siento que, después de 18 años, llegué a un límite con esto de la creación de contenido para internet. No sé si es el efecto oráculo del que te hablé en la carta pasada, el advenimiento de los 40, la maternidad con todos sus movimientos sísmicos, o lo aburridas, efímeras y pedorras1 que me están pareciendo las redes sociales últimamente, pero hay muchas cosas de internet (de la internet actual) que me cansaron. No, no me cansé de generar contenido (o, mejor dicho, de escribir, porque mi “contenido” siempre fue la escritura), ni tampoco me cansé de hacerlo para personas como vos, que lo disfrutan y eligen leerme (gracias ♡), pero sí me cansé, me harté, me asqueé de regalarle mi tiempo y mi trabajo a compañías como Meta2. Compañías a las que un día se les ocurre cambiar el algoritmo y deciden que solo van a mostrar mis posteos si hago bailes graciosos con mi marido (te imaginás), si aparezco señalando carteles en tu pantalla, si edito Reels que cambian de imagen a la velocidad de la luz o si pago para hacerle un “boost” a mis publicaciones (porque si no no las ve nadie). Es como trabajar para alguien que en cualquier momento puede decidir cambiar la cerradura y dejarme afuera de la oficina sin explicación ni indemnización (y que, además, nunca me pagó un sueldo). Me cansé de generar tanto contenido gratis —y con tanto amor, encima, porque sigo siendo una ilusa3 que le pone lo mejor de sí a cada cosa que hace— y de ver cómo cae en el agujero negro de Instagram y desaparece para siempre. Me cansé de lo que “supuestamente debería hacer para tener presencia (?) en redes sociales”. Y sé que no soy la única que se cansó, porque esto parece ser la tendencia actual, pero yo hice mi proceso recién ahora. La diferencia es que esta vez no lo vivo como un drama (como cuando me cansé de viajar y perdí de vista quién era), sino como una gran certeza: si voy a seguir creando en internet va a ser a mi manera, con mis reglas, a mi tiempo y en un espacio propio. Y parte de ese contenido será solo para suscriptores pagos, porque si no la ecuación ya no me cierra.
Antes de seguir con este tema, quiero que hagamos un pequeño viaje al pasado reciente.
Cuando empecé a escribir en internet, este lugar era muy distinto (ya me estoy convirtiendo en esas señoras que dicen “porque esto en mi época no pasaba”). Pero es cierto: en mi época, cuando abrí mi primer blogspot, allá por el 2007, no había redes sociales (Facebook existía pero poca gente lo usaba). Internet era un lugar más silencioso y despoblado. Era como una estepa, un paisaje casi vacío. El territorio perfecto para introvertidas como yo que querían compartir sus pensamientos sin salir de su casa4. En aquel entonces, abrirse un blog era como apilar unas maderas, prender un fueguito y esperar a que, de a poco, llegaran personas desde distintos lugares del horizonte a sentarse en ronda para escuchar o compartir historias. Puede que ahora, con la nostalgia del pasado, exagere, pero siento que los primeros blogs fueron como pequeñas tribus. Un blog unía a grupos de personas en torno a un tema que les interesaba y para el que tal vez no encontraban interlocutores5 en la vida offline. Eran puntos de encuentro en medio de esa estepa casi despoblada. Lo sé porque lo viví en primera persona. Lo sé porque los comentarios en mis primeros blogs eran lo más. Eran de seres humanos, no de robots. Eran de personas que agradecían, o preguntaban, o compartían. No eran de empresas que querían hacer “link building” o promocionar sus productos de manera encubierta. No eran de bots que generaban spam (como si no hubiese suficiente basura en el mundo físico). No eran de trolls que no tenían nada mejor que hacer y mucho resentimiento guardado. Escribir un blog era un placer (y mucho trabajo, pero no se notaba6), y era un medio que te conectaba con un montón de gente interesante. Muchas de mis amistades actuales surgieron gracias a mis blogs (cuando digo “mis blogs” me refiero sobre todo a viajandoporahi, que fue mi blog de viajes entre el 2008 y el 2018, aunque tuve otros).
Con el tiempo, ese paisaje vacío se fue poblando de fueguitos pero también de empresas, que llegaron buscando la latitud ideal en la que poner sus anuncios y, de a poco, la estepa se llenó de carpas7 que decían patrocinar esos fueguitos. Al mismo tiempo aparecieron las redes sociales, que en un principio parecían un gran invento para poder estar en contacto con nuestros amigos del fuego, pero después nos cortaron las líneas de comunicación y nos empezaron a cobrar para poder hablar con esas personas con las que antes charlábamos sentados en ronda. Los textos de los blogs se fueron acortando y convirtiendo en “listas digeribles” (como si no supiéramos leer), hasta que los blogs quedaron discontinuados y la pantalla se llenó de fotos, videos, GIFs e hipervínculos. Internet se convirtió en un medio predominantemente visual (no sabés la cantidad de veces que alguien me dijo: “Vos lo que tenés que hacer son videos”, y la cantidad de veces que respondí: “Pero a mí me gusta escribir”). Y explotaron las redes y empezó el contenido efímero, los bailecitos, el doomscrolling y los ads no solicitados cada tres posteos.
Si hacemos un fast-forward hasta hoy, enero de 2025, todas las redes sociales parecen ser la misma red. ¿No tenés esa sensación? Todas las redes, la red. Hay videos cada vez más cortos y parecidos dándonos recetas sobre como (no) hacer las cosas. Hay muchísimo contenido original y creativo, pero a veces es muy difícil encontrarlo entre tanto relleno, y es triste ver lo tóxicas que se volvieron las secciones de comentarios. No me pregunto qué pasó, pero sí me pregunto qué pasa y qué pasará con todas esas personas a las que nos gusta escribir textos largos y no nos interesa aparecer bailando, ni hacer Reels, ni entregarnos a los caprichos de los algoritmos o de Marc Zuckerberg (no me sorprendería que un día se descubra que Marc Zuckerberg siempre fue un algoritmo o un holograma creado con IA #plottwist). ¿Qué pasa con quienes queremos reunirnos en blogs como los de antes, escribir largo, leer con calma y tener conexiones y conversaciones más profundas? ¿Nos toca irnos de internet, que ahora parece una rave8? Yo creo que nos toca buscarnos otra estepa virtual donde prender fueguitos y volver a reunirnos. Y yo, esa estepa 2.0, la encontré acá en Substack. Más específicamente, en este espacio que bauticé Cartas virtuales.
Siento que tengo que explicar lo que es Substack porque en la comunidad de habla hispana (todavía) no es tan popular como en la comunidad de habla inglesa, donde está creciendo muchísimo. Substack es una plataforma para escritores: es una mezcla entre blog, newsletter, foro y membresía. Así como antes podías abrirte un blog en Blogspot o Wordpress, ahora podés hacerlo en Substack. Lo que distingue a esta plataforma es que lo que publicás le llega directo a la casilla de email de tus suscriptores (estas Cartas virtuales te llegan porque uso Substack), entonces más que un blog es un newsletter. Pero las personas que reciben esos emails también tienen la posibilidad de entrar al posteo original y dejar comentarios, como en los blogs de antes. Por eso, es un espacio híbrido: tiene la intimidad del mail pero también el aspecto social de los blogs. Y, ante todo, es una plataforma pensada para quienes nos gusta escribir largo y nos gusta leer con calma, porque no hay anuncios ni algoritmos. Creo que vino a llenar el vacío que dejó el despoblamiento masivo de los blogs y el límite de caracteres impuesto por las redes sociales. Muchos escritores de habla inglesa están en Substack y tienen comunidades enormes: Margaret Atwood, Elizabeth Gilbert, Austin Kleon, Emma Gannon. Y esta plataforma se parece mucho a los antiguos blogs en otra cosa: la sección de comentarios es lo más. La gente que lee y comenta en las publicaciones de Substack tiene cosas interesantes para aportar, y hay un espíritu de comunidad y de compartir que ya no existe en las redes supuestamente “sociales”. Lo sé porque lo veo en los comentarios hermosos, profundos y sentidos que me dejan en cada carta, y también en otros Substacks a los que estoy suscripta.
Cuando elegí abrirme una cuenta en esta plataforma, en el 2022, lo hice por intuición. Extrañaba la época del blog y sabía que había gente que quería leerme aunque ya no hablara de viajes, pero sentía que escribir largo en redes no era mi lugar (¿quién lee largo en redes? NADIE). Así que, como fan que soy de todo lo epistolar, se me ocurrió esto de mandar “cartas virtuales” (de puro texto, casi sin fotos ni enlaces, lo más parecido posible a una carta real) e, investigando servicios de newsletters, encontré Substack. En un principio, mi idea era que estas cartas llegaran al buzón virtual de quien quisiera leerlas, pero nada más. No imaginé la respuesta que iba a tener, los mails y comentarios que recibiría después de cada carta. Y ahí me di cuenta de que lo que más extrañaba del blog era eso: interactuar, sentirme parte de una comunidad, estar conectada con gente con la que comparto intereses y maneras de ver la vida. Entonces, sí, puede que Substack sea como la versión 2.0 de un blog, pero es una versión más profesionalizada y pensada justamente para quienes escribimos. Y es una plataforma en la que tenemos la posibilidad de, finalmente, cobrar por nuestro trabajo.
Empecé a escribir en internet cuando internet empezaba, y en aquel momento era normal que todo fuese gratis, o al menos yo no me lo cuestioné. Estábamos pagando por conectarnos a una red, ¿por qué íbamos a pagar por el contenido? Internet era una plataforma en la que compartir ideas y conectar con personas afines, y podría decirse que, en un inicio, eso ya de por sí era una recompensa por las horas de trabajo. Así que me sumé a la primera ola, me autoetiqueté “generadora de contenido gratuito” y, desde entonces, me costó mucho desaprender esto de trabajar gratis en internet. Podría decir que me llevó 18 años. Vi cómo las siguientes camadas de blogueros de viajes llegaron a internet con modelos de negocio debajo del brazo y auspiciantes desde el día uno y no tuvieron dudas ni miedo de cobrar por algo que, al final y al cabo, es un servicio (o un entretenimiento, pero en ambos casos en otros ámbitos eso se cobra). Yo, en cambio, siempre me quedé pegada al “si lo hice gratis antes, quién va a pagarme ahora”, y seguí generando y generando y regalando durante años. Ojo, que lo hice con mucho gusto, sobre todo cuando era para mi blog de viajes. Escribir siempre me dio tanto placer que encontré la manera de generar ingresos de manera offline para poder seguir trabajando gratis de manera online. Pero cuando dejé el blog y me volqué a las redes, hace unos años, me empecé a sentir incómoda. Nunca sentí que las redes fuesen mi lugar. Me costaba mucho leer y responder comentarios9, nunca me gustó subir historias hablando a cámara, varias veces sentí que generar contenido para redes me alejaba de mis propios objetivos y me robaba tiempo de escritura, y además empecé a sentirme (otra vez) como la chica tímida del colegio, rodeada de extrovertidas populares que me hacían sentir una rara (son mis mambos, I know). Pensé en abrirme un Patreon, pero siempre lo vi más para artistas visuales que para escritores, no quise abrir una membresía en Instagram porque sabía que no la iba a poder sostener, y ahí quedé, medio en un limbo, con muchas cosas por compartir pero sin saber dónde hacerlo.
Y de repente fui mamá. Y mi vida se dio vuelta.
Como ya te conté en otras cartas, para mí la maternidad está siendo algo revolucionario (muy buscada, muy deseada, muy confrontante, muy hermosa, muy agotadora). Desde que tuve a mi hija me empecé a preguntar qué es lo que de verdad, DE VERDAD, quiero hacer con mi tiempo. Y ahora que ya pasaron 17 meses desde que parí y se me alinearon (un poco) los planetas, me resulta clarísimo: lo que quiero es escribir. Y ganar plata por eso, también. ¿Por qué es tan difícil decirlo? Parece que cuando queremos dedicarnos a algo artístico y, además, vivir de eso, tenemos que justificarnos. Pero yo ya no puedo ni quiero seguir trabajando gratis, mucho menos para las compañías que manejan las redes sociales. ¿Voy a dejar las redes? Ni idea, no me importa ahora mismo porque la verdad es que tampoco estoy tan activa como para que un “me voy para siempre” haga mucha diferencia. Las usaré y aprovecharé para lo que me sirvan, pero las consumiré cada vez menos. Lo que sí sé es que, de ahora en más, voy a poner mi energía acá, en este espacio, en hacer crecer estas Cartas virtuales. Soy slow y necesito una plataforma slow. Internet ya no es un lugar tan amigable como en los inicios, así que me gusta mucho la idea de tener un espacio privado, íntimo y seguro donde compartir y conversar sin que nos molesten ni que nos interrumpan. Y me encanta poder asegurarte, con total convicción y orgullo, que acá no te vas a encontrar con ningún ad, no habrá algoritmos, no haré bailecitos10, no voy a sumarme al formato que esté de moda. Solamente voy a escribir lo que más me entusiasme y me divierta, y voy a mantener siempre el espíritu con el que nació este espacio: escriba lo que escriba, lo haré con honestidad. Si no, ni vale la pena.
Entonces ahora sí, vamos a lo concreto. A partir de hoy, podés convertirte en suscriptor pago de este espacio. ¿En qué consiste?
Si elegís no convertirte en suscriptor pago, nada cambia: seguirás recibiendo las Cartas 💌 del primer viernes del mes en tu email, como siempre, pero ningún otro extra. No tendrás acceso al archivo de Cartas anteriores (a menos que ya las hayas recibido en tu email anteriormente, eso no desaparece).
Si elegís sumarte a este espacio con una membresía mensual de €5 (o anual a precio promocional) tendrás acceso a esto:
El primer viernes de cada mes seguirás recibiendo estas Cartas 💌, que además vendrán con una versión en audio leída por mí (a partir de febrero). Tu apoyo será fundamental para que estas cartas puedan seguir existiendo a largo plazo.
El 15 de cada mes recibirás un Posdata 📮, una segunda carta en la que te contaré otras cosas. ¿Qué cosas? No tengo todo definido ahora, y seguramente iré variando mes a mes: a veces serán cartas más personales e íntimas, otras veces más útiles, tal vez amplíe algo que te conté en la carta del mes, o responda en profundidad a alguna pregunta que me dejen en los comentarios. En cada Posdata, además, propondré alguna dinámica o ejercicio para ir haciendo y compartiendo en comentarios a lo largo del mes. Tengo tantas ideas… hasta quisiera ser un punto de encuentro para gente que quiera hacerse amigos por carta. Pero vamos de a poco.
Una vez cada dos meses, en una fecha sorpresa, recibirás por email la Cajita Snail Mail 🐌✨ (ya la amo). Si te gusta mandar cartas por correo, seguramente conocés el concepto de “snail mail”: son esas cajitas que viajan por correo con cartas, stickers, fotos, recortes, objetos y cualquier tesoro que el remitente le quiera hacer llegar al destinatario. Yo replicaré eso pero de manera virtual. Cada “cajita” será un posteo que también te llegará por email e incluirá unas 5 cosas distintas por entrega, por ejemplo: una dinámica o ejercicio de escritura o journaling, algo que me inspira, un mini podcast, una pregunta disparadora, una respuesta, un hallazgo… También estarán abiertos los comentarios para que puedas sumar las recomendaciones que quieras e interactuar con el resto de la comunidad. Esta cajita virtual llegará en un momento sorpresa del mes porque, justamente, el snail mail se mueve sin calendarios. En un principio será un mes sí y otro no, más adelante veré si las hago mensuales.
Tendrás acceso a todo el contenido ya publicado en mis Cartas virtuales (es decir, al Archivo completo).
Y, ante todo, estaremos en contacto directo por medio de los comentarios y serás parte de esta comunidad que, al igual que vos, se siente atraída por lo slow, la escritura, el journaling, la papelería, las cartas, los viajes, lo offline. Más que un conjunto de posteos, mi propuesta va por otro lado: quiero que seas parte de este nuevo fueguito. Un fueguito slow.
Te soy sincera: no empiezo con un calendario de publicaciones ni una estrategia híper armada. Al contrario, quiero ir guiándome por mi entusiasmo y por los comentarios que reciba del otro lado. Abrí mi primer blog con ese espíritu y quiero seguir manteniéndolo, porque mi GPS de escritura siempre fue ese. Y, al igual que con mis primeros blogs, confío en que iré encontrando el camino y la voz de a poco. Esto es algo a largo plazo. Quiero que este espacio vaya creciendo conmigo, con vos, con nosotros. Si de golpe tengo ganas de postear más, lo haré, aunque nunca más de una vez por semana, porque tampoco quiero sobrepostear. Y, ante todo, quiero estar presente. No como en las redes, donde posteaba “por cumplir”: acá quiero estar —y voy a estar— de verdad. Así que empiezo a juntar las maderas para ir prendiendo el fueguito. Cuando estés listo podés venir, pasar y sentarte donde quieras. Esta es mi nueva casa. Todavía no tiene muchos muebles ni decoración, pero está abierta para recibir a quien quiera entrar. Así que hagamos una ronda y charlemos. No veo la hora de escuchar lo que tenés para contarme. Yo te prometo que voy a compartir con vos todas las cosas que me divierten y me inspiran. Y quién sabe adónde nos llevarán estas historias.
¡Hasta pronto! Nos seguimos leyendo por acá (si te suscribís, nos vemos también el 15 de cada mes).
Un abrazo y GRACIAS,
Aniko
PD: en este posdata siempre te comparto las novedades de mis talleres, libros y lanzamientos, pero hoy no sé si queda mucho por agregar porque ya te compartí mi novedad más grande en la carta. Pero, por si acaso, por si llegaste hasta acá sin leer nada de lo anterior, te cuento que acabo de inaugurar una membresía paga acá mismo en Substack. Por ahora cuesta €5 al mes (es muy posible que a futuro suba el precio, aunque si te suscribís hoy pagarás €5 siempre, aunque el precio cambie), también hay un precio anual con bastante descuento (promo válida hasta el 15-01, pero si te sumás a ese precio, seguirás pagando ese precio promocional todos los años). Por ese valor tendrás acceso a todo el contenido extra que iré publicando en este espacio y, ante todo, serás parte de una comunidad slow y fan de la escritura.
Si no te llega a aparecer la promo anual con descuento desde ahí, la encontrás en este enlace.
Gracias y hasta la próxima carta. Como siempre, podés responderme por mail o dejarme un comentario en el posteo original.
PD 2: ¡Me olvidaba! Queda un solo lugar para el Viaje de papelería y journaling a Japón de marzo-abril 2025. Es una experiencia increíble, y no lo digo solo porque soy co-creadora del viaje, es que de verdad está buenísimo. Si querés más información, podés solicitarla por acá.
Hola, ¡sí! ¡esto es una nota al pie! Acabo de descubrir que puedo usarlas y ya las amo. ¿Es “pedorras” una palabra muy argentina? Googleé y dice “persona que se tira muchos pedos”, pero no tiene nada que ver con lo que quiero decir. Algo “pedorro” es algo aburrido, malísimo, que ni vale la pena. Voy a usar más notas al pie a partir de hoy. Cambio y fuera.
Hola otra vez, me encanta saludarte en estas notitas. Sí, ya sé que ya sabés que Meta es la compañía dueña de Instagram, Facebook, Whatsapp, Threads y más, pero por si acaso aclaro. Y no menciono TikTok porque no uso TikTok, pero si lo usara también estaría cansada, supongo.
Capaz la palabra no es “ilusa”, porque no me considero una tonta, pero sí una ¿romántica?
Aunque después me fui de viaje por el mundo, ya sé, así que técnicamente salí de mi casa, pero nunca dejé de ser introvertida (a mucha honra).
Qué palabra, ¡maaamita!, se nota que estudié Comunicación. ¿Ya te están cansando estas notas al pie? No pienso parar, encontré una nueva diversión.
Igual hay algo triste en todo esto, porque escribir (ya sea para un blog, revista, libro, antología, etc) es un trabajo SIEMPRE. Las horas puestas en eso son reales, no escribimos mientras dormimos. Y muchas veces al escritor es al que menos se le paga, o al que se le ofrece “exposición” a cambio de su trabajo (ya hablaré de esto a futuro, en uno de los posts para suscriptores).
Tiendas de campaña, no peces, aunque sería una imagen muy surrealista y genial que una estepa se llene de peces carpa voladores que patrocinan cosas. ¿Ya te cansaste de subir y bajar en busca de estas notas al pie? Perdón. No puedo parar. Quedan pocas.
En realidad nunca fui a una rave y capaz que están buenísimas y que la comparación no tiene nada que ver, pero lo que quiero decir es que hoy en día internet pasó a ser un lugar muy ruidoso y lleno de pedestales y megáfonos.
Una vez una seguidora se enojó porque no le respondí un mensaje enseguida y me dijo: “¡Eres la influencer más antisocial que conozco!” XD puede que tenga razón, aunque influencer no soy.
¿O sí? Qué obsesión que tengo con los bailecitos. Capaz que es envidia porque nunca aprendí a bailar bien, pero AMO bailar.
Hola Aniko! Qué placer leer esta carta, pusiste en palabras mucho de lo que me viene pasando en los últimos meses respecto a generar contenido en redes sociales. Banco mucho esta iniciativa de Substack y ahí voy a estar para acercarme al fueguito que estás armando jaja
Te felicito. Te entiendo. Te abrazo. Te sigo hace mucho , de cuando yo también escribía y viajaba. Ahora también soy mamá. Ahora también yo cumplo los 40. Este año también me decidí de valorar mi tiempo y atreverme a poner mis reglas. Te entiendo cuando decís que dudaban. Yo siempre fui "sumisa" y acate órdenes de cómo deben ser las cosas. Mis primeros 4 años de maternar (tengo 2 hijos), también me puse a mi al último. Este año me desentierro. Te escribiría más pero n tengo tiempo. Saludos, Vero